Los fumadores actuales de cigarrillos tienen un mayor riesgo de padecer cáncer de vejiga que lo que se informó anteriormente, y ahora el riesgo de las mujeres es comparable al riesgo de los hombres, de acuerdo a un estudio llevado a cabo por científicos del Instituto Nacional del Cáncer (NCI), el cual forma parte de los Institutos Nacionales de la Salud.
Este último estudio usa datos de más de 450 000 participantes del Estudio de Dieta y Salud de los Institutos Nacionales de la Salud y de la Asociación de Personas Jubiladas de EE. UU. NIH-AARP Diet and Health Study, un estudio basado en un cuestionario que se inició en 1995, con seguimiento hasta finales de 2006.
Aunque estudios anteriores mostraron que solo 20 a 30 % de los casos de cáncer en mujeres eran causados por fumar, estos nuevos datos indican que fumar es responsable de aproximadamente la mitad de los casos de cáncer de vejiga en la mujer; similar a la proporción que se encontró en hombres de estudios en curso y anteriores. Este aumento en la proporción de casos de cáncer de vejiga en mujeres atribuibles a fumar cigarrillos puede ser el resultado de un número cada vez mayor de mujeres que fuman, por lo que hombres y mujeres tienen prácticamente las mismas probabilidades.
Los investigadores encontraron que la cantidad de riesgo causado por fumar, llamado riesgo excedente, fue mayor en este estudio que en estudios de los que se informó previamente. “Los fumadores actuales en nuestro estudio tenían un riesgo excedente cuatro veces mayor de padecer cáncer de vejiga, en comparación con el riesgo excedente triple en los estudios anteriores. La asociación más fuerte entre fumar y el cáncer de vejiga probablemente se debe a cambios en la composición del cigarrillo o en hábitos de fumar en el transcurso de los años”, dijo el autor del estudio doctor Neal Freedman, de la División de Epidemiología y Genética del Cáncer del NCI (Division of Cancer Epidemiology and Genetics, DCEG). “Los índices de incidencia de cáncer de vejiga se han mantenido relativamente estables en los últimos 30 años, a pesar de que los índices de fumar han disminuido en forma general. El riesgo mayor, en comparación con los estudios que fueron dados a conocer a mediados y finales de los años noventa, puede explicar la razón por la que los índices de cáncer de vejiga no han disminuido”.
Aunque ha habido reducciones en las concentraciones de alquitrán y de nicotina en el humo del cigarrillo, ha habido aumentos aparentes en las concentraciones de ciertos factores carcinógenos asociados con el cáncer de vejiga. Un estudio de la DCEG del NCI de 2009 fue el primero en sugerir un riesgo mayor de cáncer de vejiga inducido por fumar que el que se informó previamente. Dicho informe, basado en datos del Estudio de Cáncer de Vejiga de Nueva Inglaterra (New England Bladder Cancer Study), encontró que la asociación entre fumar cigarrillos y el riesgo de cáncer de vejiga era aparentemente más fuerte que a mediados de los años noventa. Los resultados del estudio nuevo confirman el informe de 2009.
En el estudio actual, los ex fumadores tuvieron dos veces más probabilidad de padecer cáncer de vejiga que las personas que nunca fumaron, y los fumadores actuales tuvieron cuatro veces más probabilidad que quienes nunca fumaron. Como sucede con muchos otros tipos de cáncer relacionados con fumar, dejar el cigarrillo se asoció con un menor riesgo de padecer cáncer de vejiga. Los participantes que no habían fumado durante 10 años por lo menos tuvieron una incidencia menor de cáncer de vejiga en comparación con los que dejaron de fumar durante períodos de tiempo más cortos o con los que todavía fumaban.
Aunque fumar causa el mismo riesgo para hombres y para mujeres, los hombres tienen aún cuatro veces más probabilidad de ser diagnosticados con cáncer de vejiga. Estos resultados, así como los resultados de estudios anteriores, sugieren que las diferencias en los índices de fumar explican solo parte de los índices de incidencia más elevados entre hombres estadounidenses. Los investigadores sugieren que la exposición ocupacional, así como las diferencias fisiológicas, pueden contribuir a la desigualdad entre los sexos.